Excursión otoñal con los niños; Domingo 27 de noviembre de 2011
Nuestra idea inicial era disfrutar de los colores otoñales en la Dehesa del Camarate en Lugros (GR), pero menos mal que alguien avisó de que para ese mismo día había programada allí una montería (los cazaores tenían que ser) y tuvimos que cambiar el itinerario. Parece ser que Kiko y Mely tuvieron más suerte en elegir el sábado en lugar del domingo.
Paramos a desayunar donde ya lo hicierais los de la Cuasi Integral, en el Bar La Esquina de Abla, esto fue por hacerle el gusto a la niña de nuestro Presi, que no a su padre claro.
Ibamos unos cuantos, a ver si los digo todos: Carmela, Pelli y Paula, Nati, Luis y María, Er Quillo y Ana, Nico y Benjamin, Alvaro (amigo de Jorge), sus padres y su tía y Jorge, Paco y yo. Faltaron Alba, Laura y David que al final se quedaron encamados por aquello de las fiebres de la peque. El Patillas y familia también se retiraron y Vanesa tampoco apareció.
Después de pensar varios lugares habíamos elegido ir por la Vereda del Refugio Ubeire, saliendo desde la pantaneta de Fiñana. Hacía un poco de fresquete pero como el sol nos acompañó todo el rato en cuanto nos pusimos a andar se quitaron los tiritones del principio. Los niños iban contentos y desbocados, acababan de bajarse del coche, claro. Comenzamos a andar siguiendo las marcas amarillas y blancas del sendero y después de contar unas 18 entre buenas y malas, aunque las malas sólo las habíamos visto pero no nos habíamos equivocado porque no las habíamos seguido (palabras de Nico) pasamos por unos cortijos y dejamos la pista para meternos de lleno en la bonita vereda que nos lleva a Ubeire.
En cabeza, por supuesto iban los mayores, pero no los adultos hablo de los niños mayores, que tienen más brío y más fuerza que sus padres. En frente, las vistas de la sierra nevada (Almirez, Loma del Rosal , Peñones del Mediodía y demás) nos servían de guía y también para azuzar a los más peques que se quejaban de tener los pies cansados, vamos que estamos cada vez más cerca de la nieve, que ya pronto llegamos a ella, ...
Subimos un poco (para algunos un poco más que un poco) y ya vamos llaneando to el rato, decía el Quillo. No tenía cuento, ni na el tío.
Así fuimos todo el camino, jugando, bromeando, corriendo y tirando de los más renegones, pero disfrutando un montón de la preciosa sierra y del día tan espectacular que teníamos. Nos acompañaban los pájaros y el sonido del agua del arroyo corriendo en el fondo del barranco.
Llegamos al Cortijo del Rosal y allí decidimos parar para recuperar fuerzas con unas buenas viandas, algunos probamos la rica empanada que había hecho Daniela, y que los niños jugaran un rato (algunos a recoger cacas para hacer pasteles) y después del rato de relax darnos la vuelta por la misma senda para que no se nos hiciera demasiado tarde y pudieramos disfrutar de la siguiente hora de la comida, la parad en la Venta del Pino.
El camino de vuelta fue muy rápido, Ana iba en cabeza como una campeona y Jorge detrás, les seguían Paula, Benjamín, María y Nico recolectando puntos que les daba Paco por ver pedos de lobo aún sin pisar, cacas de vaca o de caballo o burro, las de zorro creo que eran 15 puntos por lo menos, ah y 20 puntos el que no se cayera en los sitios más difíciles. En la cola algunos mayores renqueando, la madre de Álvaro venía con la rodilla tocada y en las cuestas abajo veía las estrellas, así que ibamos un poco más despacio, pero la cabeza sabía llevar al grupo y de vez en cuando paraba para reagruparnos.
Finalmente llegamos a los coches e iniciamos el camino hasta la Venta del Pino, allí ya en el bar de la gasolinera, nos lavamos las manos para recoger nuestro trofeos para los peques hamburguesa o pizza y un huevo con juguete y chocolatina (no voy a poner la marca) para los más mayores y, pa los mayores del tó cervecita y lomo de orza y queso a la plancha. Vamos, que nos fuimos pa acostarnos ya cenaicos y tó.
Pues eso, que pasamos un buen día y disfrutamos del sol invernal de otoño.
TEXTO: Bebi.
FOTOS: Don José Quillo
Que buen día de campo para niños y mayores. Estupendo relato Bebi. Al menos esa noche las criaturicas se irían a la cama sin rechistar.
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