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miércoles, 10 de agosto de 2011

UN PASEO POR LA PEPA (BARRANCO DEL FUERTE)



(4/JUNIO/2011)
Ha llovido un poco desde que, recién llegado al Club Almeriense de Montañismo, cayó en mis manos un número de la que entonces era nuestra revista, “Cima-Sima”, en el que Jesús Segura “Vitaminas” contaba su escalada juvenil a la “Pepa”, una vía de connotaciones míticas y, diría, casi místicas, para los escaladores almerienses. Me emocionó pensar en grandes paredes casi a la misma puerta de casa. Apenas conocía su ubicación, el Barranco del Fuerte, de cortados muros de más de 200 metros de altura, lisos, como tallados a cuchillo, pero su escalada ni siquiera era para mi una posibilidad lejana. Quizás un sueño, aunque para ello tendría que tomar mucho cola-cao...
Desde entonces han pasado muchas cosas. Aprendí a defenderme en la escalada y en varias ocasiones y con diferentes compañeros (Emilio Ibáñez, Francis, Antonio “4x4”) me encaramé a los verticales tajos de la Pared de Piedra Lisa, o, de la Pepa, como más nos gusta llamarla a los escaladores almerienses. Incluso, en compañía de Antonio “4x4” y Emilio Ibáñez completamos una bonita escalada a la “Espina Dorsal”, vía vecina que surca esta pared por su extremo izquierdo. Pero por distintos motivos, nunca en los intentos a la “Pepa” pasé de la vira horizontal que cruza la tapia  por su mitad y donde se sitúa la reunión de su tercer largo. Por encima quedaban, desafiantes, los famosos techos de su cuarto largo y otro par más de largos de terreno desconocido.

“Si no esperas, no hallarás lo inesperado” escribió hace mucho tiempo un filosofo griego, Heráclito de Efeso. Así, casi quince años después de haber escuchado por primera vez hablar de la “Pepa”, me deje “engañar” por mi amigo Antonio “4x4” y nos encaminamos hacia los murallones del Barranco del Fuerte. Temprano entrábamos en la penumbra algo sobrecogedora de este impresionante cañón. Con nuestras mochilas y soledades a espalda nos dirigimos a la base de la vía, adonde no tardamos en llegar. Entre chistes y alguna que otra “basteza” (perdón por el vocablo, pero los que nos conocéis seguro que lo encontráis adecuado) nos vamos equipando para la escalada. Nos esperan más de 175 metros de pared y la tensión se lleva por dentro.



Todavía es temprano cuando comenzamos a escalar. Los tres primeros largos, como ya he señalado, son viejos conocidos, por lo que, sin despreciar ni un ápice sus evidentes dificultades, los afronto sin la inquietud propia de quien se aventura en terrenos ignotos.


 Aún así, toca esmerarse en la travesía y techo del 2º largo, donde no dudo en echar mano a alguna cinta salvadora. Me concentro en nuestro objetivo, que no es otro que salir por arriba de la vía, olvidando cuestiones de estilo que me parecen meros asuntos terrenales en unos instantes en los que pretendo tocar el cielo. La entrada del 3er largo me exige una “acerada” sin complejos. Así, tranquilamente nos situamos en la gran vira de mitad de la pared. Esta cómoda reunión es un buen lugar para recuperar fuerzas y relajarse por unos momentos antes de afrontar lo que, para mi, es la gran aventura del día. Me resulta difícil abstraerme de los grandes techos que quedan a nuestra izquierda, con su caliza rojiza que parece querer alertar de peligros escondidos. En cualquier caso, desde este estrecho balcón, el imponente panorama del barranco, con la pared de la “Gemma” al otro lado y las adelfas con explosivas flores rosas y blancas luciendo en todo lo hondo, junto a un fresco, casi de más, aire que nos envuelve, nos sube casi instantáneamente la moral.
Sin más dilaciones, Antonio encara el 4º largo con decisión. Súbitamente, la cuerda se tensa, queriéndome sacar de mi confortable puesto junto a la reunión. Ha sido un pequeño vuelo, aunque a estas alturas no deja de ponernos un poco los pelos como escarpias. Pero mi amigo Antonio es un tipo duro, todo un “cuatro por cuatro”, y rápidamente se recompone, reiniciando la escalada de este 4º largo que esta vez finaliza sin ningún otro incidente, salvo un corto descanso y algunos fuertes resoplidos en la dura salida del mismo. Me toca. Colocarse al inicio de este largo ya es por si mismo impresionante. El “Diedro Rojo” me depara una de las escaladas mejores de mi vida, muy física, o al menos así la siento, quizás porque mi corazón bombea a gran velocidad, tanto por la impresión que provoca este terreno, como por la tensión de la cuerda que quiere sacarme de la hermosa, hermosísima, fisura por la que voy ascendiendo. Y cuánta historia guarda este trecho de muro: Viejos tacos de madera empotrados, clavos oxidados, chapas caseras que asustan con sólo mirarlas, me traen a la memoria la maestría de Pedro Tamayo y Paco Delgado, los aperturistas, y de tantos otros pioneros de este deporte en nuestra provincia. Algún descanso me sirve para recuperar el resuello antes de afrontar el techo, que se sortea con una preciosa travesía por su derecha, y la dura, endemoniada, salida a la reunión.

Mientras trato de recuperar el aliento en la minúscula y aérea 4ª reunión, Antonio me formula la pregunta clave: “¿Seguimos?”. Echo una rápida mirada hacia arriba y la oscuridad de la pared cubierta de negro musgo no deja de resultar imponente, aunque, cuando miro hacia abajo y pienso en los impresionantes rápeles, me acabo decidiendo por continuar. Sonrío para mis adentros recordando una frase de Pedro Pidal en su relato de la primera al Naranjo de Bulnes con la que tanto me gusta bromear en estas situaciones: “Retroceder en aquel caso hubiera sido cobardía manifiesta”. Me cuelgo de la reunión a un impresionante vacio, no sin que algo de canguelo me recorra de arriba abajo, y me dispongo a asegurar a Antonio en este quinto largo. La entrada, sencilla, está apenas asegurada por un solitario clavo, por lo que no hay que perder la concentración a pesar del cansancio que vamos arrastrando. Una vez ha grapado la primera “chapa”, vuelvo a respirar con tranquilidad. Pronto llega mi turno. Me toca encarar el vertical y musgoso “Diedro Negro”, otro de los tramos de escalada con mayúsculas de la “Pepa”. Los “gatos” a veces resbalan en el negro musgo que cubre unas paredes parcas en apoyos, complicándome la existencia algo más de lo esperado. Enfrascado en mi lucha personal con este largo, me llevo de propina un buen  rodillazo que me hace recordar la dureza de estos muros de caliza, además con tan mala suerte que el golpe viene a coincidir con otra vieja herida de guerra a medio cicatrizar. “Sangre, sudor y lagrimas” para incrementar la épica de esta escalada. Así, con la sangre chorreando por mi rodilla izquierda llego a reunirme con Antonio en la penúltima de las reuniones.
Nos resta solamente el duro último largo y una sencilla trepada para culminar la escalada. La lisa placa que tenemos delante intimida. Afortunadamente está preparada para superarla en artificial. De todos modos, el techo en el que culmina la placa tampoco es “moco de pavo”. Es probable, visto el croquis con posterioridad, que no hayamos seguido la vía original en este largo y que lo hayamos combinado con la variante de salida abierta por Emilio Ibáñez. Nosotros seguimos la línea de nuevas y viejas chapas hasta el extremo derecho del techo. Por esa arista, y con algún pasito que se hace de rogar, superamos el techo y ya por una fácil escalada alcanzamos la última de las reuniones. Una sencilla trepada sin bajar la guardia y ya estamos en lo más alto. Un apretón de manos, la foto de cumbre, un traguito de agua y a pensar en el largo destrepe hasta la entrada del barranco. Eso si, ya con los “gatos” en la mochila. Han sido 175 metros y 5 horas de dura escalada que nos han hecho sudar de lo lindo a pesar de lo fresco del día, pero, y sobre todo, disfrutar mucho.

La “Pepa” es la primera vía que se abrió en la Pared de la Piedra Lisa en el Barranco del Fuerte o del Infierno en el T.M. de Huécija (Almería). Sus aperturistas, en un ya lejano 1975, tiempos de bota “gorda” y estribos, son Pedro Tamayo y Francisco Delgado. Son 175 metros de dura escalada, divididos en 6 largos totalmente equipados, con dificultades según pueden verse en el croquis de hasta 6c+. Es decir, se trata de una escalada de envergadura. Como consuelo para los que no tenemos ese grado, la equipación de la vía ha respetado el espíritu con el que fue abierta, y es posible superarla con ayuda de “A0” e incluso estribos. Aún así se trata de una escalada de dificultad que en ningún momento hay que menospreciar. Quien desee más info de esta y otras vías puede pinchar este enlace de la página de Emilio Ibáñez “Toskajara”: http://www.toskajara.com/escalada.php?desde=&showid=0&on=56&into=15

José Salazar Villegas

Club Almeriense de Montañismo

ASCENSIÓN A LOS MACHOS

El pasado 24 de Julio tres elementos del club nos dimos cita para subir a la zona del Veleta y alrededores. De tal suerte que una vez sobre el terreno nos decidimos por atacar al cerro de Los Machos, haciendo cumbre en él y disfrutando de sus vistas.
El señor presidente iba marcando el ritmo y Lorena y un servidor le veíamos de lejos, aunque a veces se detenía para reanudar la marcha justo en el momento en que llegábamos a su altura.
Bueno, el caso es que fue una jornada muy provechosa durante la que pudimos disfrutar de la zona alta de la sierra, donde aún quedaba bastantes manchas de nieve, en algún punto más dura de lo esperado.
Procedo a incluir documentación gráfica del evento.

Una vez llegados a las posiciones del Veleta descansamos un poco y repostamos algo de combustible.












Aquí podemos ver la buena labor del señor José manufacturando una repisa que sirviera de huella para mayor seguridad de nuestra compañera de aventuras.







En una de las vías del Veleta había dos criaturas en una reunión. Me dió por hacerles una foto a ver si eran conocidos y cuando la vi en el ordenador me di cuenta de que iban medio descalzos ¿Alguien me puede explicar que clase de calzado o descalzado es este?


La luna menguante nos acompañó buena parte del día.
¿Que tendrá nuestro satélite para fascinarnos de tal manera?








La típica foto de cumbre con el Mulhacén y la Alcazaba al fondo.
Las vistas que ofrece la cumbre de los Machos no tiene desperdicio.










Lorena en pleno paso de los Guías.
Para ser la primera vez que se veía en una situación semejante lo resolvió con una soltura sorprendente.









Que lujo poder observar la fauna de la sierra en su propio terreno.










Nos planteamos subir al Veleta pero no teníamos muchas ganas y el tiempo de regreso era escaso,
así que nos dimos un paseo hasta los lagunillos de la Virgen y después de relajarnos con las vistas tiramos para los Albergues a toda mecha.






Textos y Fotos: Emilio Castellana

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CLUB ALMERIENSE DE MONTAÑISMO (Fundado en 1972)




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