Cuando llegué el Jueves a la sede del Club, se respiraba ese ambientillo propio de los grandes eventos. Se ultimaban los preparativos de la travesía de resistencia, este año la VII Almería-Sierra Nevada. Había compañeras y compañeros recepcionando a los participantes y dándoles las instrucciones pertinentes. Otros, ordenaban algunos de los alimentos a repartir en los distintos avituallamientos. Otros revisaban los itinerarios por las pistas para acceder a los puntos de evacuación. Cada uno interiorizaba su cometido de los días siguientes.
Enseguida me dí cuenta de que la magia había vuelto al club y que el entrañable local de la calle Restoy se había transformado en una oficina donde el orden y la eficacia eran seña de identidad.
Y pecibí un sentido de equipo que podría parecer raro en un deporte como el montañismo, tan dado aparentemente a individualidades y grandes egos.
Quizá sea eso lo que hace diferente al CAM.
Ni que decir tiene que el desarrollo de la travesía fué como se podía esperar. Cumplimos los horarios y se cubrieron las espectativas de cuantos participaron.
Al final, unas reconfortantes "rubias" en el merendero de la Roza aliviaron el posible cansancio por los cuarentaytantos kilómetros andados.
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