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sábado, 18 de abril de 2009

*ESCALANDO GUANTÁNAMO (Francis y Carlos)

Hace ya casi un año, Francis y yo andábamos con la inquietud de abrir una vía de escalada a la manera clásica, y con esa determinación quedamos una mañana muy temprano. Por el camino hablábamos intentando exponer los planteamientos que cada uno teníamos sobre la forma de realizar esta escalada. Planteamientos que cada uno de nosotros teníamos en nuestro interior, y de alguna forma sabíamos que el otro compartía, gracias a la intuición y la complicidad que establecen los años de aventurillas compartidas el uno con el otro.
Nos fuimos hacia una zona de escalada cercana, la aproximación hasta la base de la pared es dura. Una empinada cuesta con piedra suelta y bien cargados de material hace que se mire el tajo de una forma diferente. El llegar sudando y resoplando hace que la dificultad real a la que te tienes que enfrentar sea mayor de la que cabía esperar. Con la humildad que confieren las montañas poco humanizadas por los cómodos accesos, observamos largamente la pared.
Francis ya le había echado el ojo a una línea y estaba muy decidido a atacarle. Yo, por mi parte no lo veía tan claro, encima del diedro de entrada cuyo aspecto si me resultaba atractivo, el diedro se agrandaba dando lugar a una placa blanca, vertical y lisa. A mi esa placa no me resultaba nada atractiva, pues la intuía muy por encima de mi nivel.
Mientras preparábamos el material –friends, fisureros, empotradores y clavos de todos los colores y tamaños- cada vez que miraba la placa blanca automáticamente se me iba la vista hacia izquierda y derecha de la pared, buscando líneas de fisuras que se me antojaban más asequibles y fáciles de proteger. Pero mi compañero lo tenía claro y si había determinación por su parte, había confianza por la mía.

Cuántos cacharros! si con todo eso no subimos...

Cuántos cacharros! si con todo eso no subimos...


Así poco a poco Francis empezó a escalar, quitando alguna matilla por acá y alguna piedra suelta por allá, fue metiendo seguros en la fisura central del diedro.
La pared se ponía algo más vertical una vez superados los primeros metros, pero la fisura también se dejó asegurar con un par de estupendos friends y un clavillo.
Francis bajo la placa blanca

Francis bajo la placa blanca


Por fin llegó hasta debajo de la placa blanca. ¡Un puente de roca! No sabéis el buen rollo que da un puente de roca al que pasar un buen cordino. Con eso y un clavo montó una sólida reunión. Ahora era mi turno. Me preparo y comienzo a subir, quitando los seguros que antes puso mi compañero, y descubriendo las presas a las que agarrarse aquí y allá. No es muy difícil pero hay que escalar, se van sumando los metros y los seguros no son los sólidos parabolts –tornillos de expansión que se colocan con la ayuda de un taladro y ofrecen una gran seguridad- sino “piezas de metal encajadas” en las caprichosas formas de la roca, pero aún así, dan bastante confianza.
Por fin llego a la reunión y nos acomodamos de la mejor manera posible. Tenemos sobre nosotros la ya famosa placa blanca, y ahora tan de cerca la veo de otra manera… da más miedo.
No progresamos tan rápido y la hora se nos echa encima, así que decidimos rapelar desde esta reunión provisional que resulta segura, pues si nos metemos en faena con la placa no sabemos el tiempo que nos llevará ni cómo será la retirada, así que con buen criterio nos vamos para abajo.
Por un lado me siento aliviado de no tener que enfrentarnos a la dificultad que supone superar unos metros de placa lisa. Digo enfrentarnos por que yo no iba a tirarle a unos metros de una dificultad que me sobrepasa y “sin seguros”, pero cuando te toca asegurar a tu compañero de cordada y ves que tiene dificultades, lo pasas realmente mal. Por eso me resultó un alivio que Francis no atacara la placa.
Por otro lado, el hecho de bajarnos justo ante la mayor dificultad, dejaba un sabor a trabajo inacabado. La próxima vez tendríamos que resolverlo.
Pasó mucho tiempo en el que por unas cosas u otras se fue retrasando el siguiente asalto.
Por fin hace unas pocas semanas, llegó el momento de sacarse la espina: teléfono, quedada en el Club Almeriense de Montañismo.
Guantánamo. El nombre salió de su boca como si proviniesen de una mente ausente. Otro trago de cerveza y reafirmó: -Ya se cómo se va a llamar la vía: Guantánamo. El nombre encaja con los demás nombres de las vías de la zona, que se corresponden con nombres de famosas cárceles o no menos conocidos presidiarios. Un nombre que representa la vergüenza del mundo civilizado de nuestros días… asentí en silencio con la cabeza.
…Y vuelta a madrugar.
Esta vez nos fuimos provistos del taladro por si no quedaba otro remedio que poner algún seguro en la placa blanca y para también, dejar montados los descuelgues.
Llegamos a pié de vía y Francis asumió su papel de aperturista. Subió los metros que le separaban de la reunión con decisión, subió unos pasos más y consiguió poner otro seguro, un poco precario, pero le ayudó a ganar unos centímetros. Desde ahí se acomodó soltó una de las cuerdas para alcanzarme un cabo donde puse el taladro y otros materiales que izó sin perder un instante. Habría sido fácil desde donde se encontraba, alzar los brazos y hacer el primer taladro, superarse hasta éste y volver a repetir la operación. Pero Francis quería respetar la dureza de la placa y no coserla con seguros devaluando de esa triste manera su dificultad. Entonces quiso progresar un poco más. Introdujo en un pequeño agujero un gancho del que pendía un estribo. En equilibrio precario, sobre el estribo, tanteó el emplazamiento idóneo para el tornillo de expansión y comenzó a taladrar. Luego dejó el material que le podía estorbar y continuó en diagonal hacia la derecha hasta salir a un resalte donde montó la reunión. Ahora comienzo yo a trepar, bastante relajado al saber que la mayor dificultad que adivinábamos ya estaba superada. Sacando los seguros que nos mantienen pegados a la pared en caso de caída, y llego a la placa. Un sólo seguro al que no resulta aún fácil llegar en libre, pero a pesar a todo el peso del material que llevo colgando del arnés, alcanzo el seguro. Ahí está el taladro y todo el material. Me anclo a este seguro y maniobramos para subir todo el material a la reunión. Francis decide que espere un poco ahí colgado mientras el equipa el descuelgue con la ayuda del taladro.
Carlos colgado mientras Francis reasegura la reunión.

Carlos colgado mientras Francis reasegura la reunión.


Cuando termina la operación de reasegurar la reunión suspira aliviado. Reemprendo la escalada, ahora hay que superar otro tramo de placa lisa cruzando hacia la derecha hasta una fisura grande, dentro de la cual hay un friend talla XL. De forma poco elegante alcanzo el friend y con no poco esfuerzo consigo retirarlo y continúo trepando hasta otro friend que queda un poco alto respecto a la línea definitiva de la ruta. No son pasos de una dificultad extrema ni mucho menos, pero si resultan muy aéreos. Por fin quito este último seguro y realizo la pequeña travesía hacia la reunión.
Carlos saliendo de la parte más compleja de la vía.

Carlos saliendo de la parte más compleja de la vía.


Observo la reunión con los seguros primeros que colocó Francis antes de tener el taladro. Es una reunión compleja, pues la roca no deja muchas opciones donde ubicar empotradores o clavos. Dos buenos seguros y al menos otros cuatro mucho menos fiables, todos unidos de forma que en caso de que yo hubiese caído, la fuerza quedaría repartida entre los diferentes seguros para reducir la fuerza de impacto. Pero ahora entiendo el suspiro de alivio de mi compañero. Para mayor intranquilidad, la reunión está sobre unos bloques que asemejan piezas de dominó, unas sobre otras en equilibrio muy precario. Estar sobre estas piezas de dominó de entre 200 y 500 kilos, sobre un vacío que ya empieza a ser respetable, no es muy tranquilizador, sobre todo si a cada movimiento que hacemos consigue que la piedra que tenemos bajo nuestros pies se balancee.
Pero ya sujetos al descuelgue montado con el taladro, trabajamos a gusto preparándonos para continuar con el segundo largo. Aseguro a mi compañero para que retire los anclajes provisionales que puso antes y volver a reutilizarlos en el siguiente tramo. El último de éstos, un clavo en forma de “u”que entró en la roca apenas hasta la mitad, nos tenía reservado un susto, durante una de las maniobras en que Francis estaba colgado de este clavo con un estribo, éste cedió un poco. Al ceder bajo el peso produce una sensación chiclosa que hace que el corazón se dispare. Por suerte sólo quedó en un susto. Con cuidado alivió el peso del clavo agarrándose a la roca como pudo. El peligro de la situación es que la caída era muy fea, pues aunque yo le aseguraba con máxima precaución sobre los buenos seguros de la reunión, las caídas directas sobre la reunión resultan muy duras y violentas, además los bloques que tenía yo bajo los pies aseguraban un aterrizaje peligroso. La mayoría de las veces en la escalada, las caídas grandes, espectaculares y limpias no entrañan demasiado riesgo, sin embargo las caídas pequeñas y violentas suelen acarrear consecuencias graves.
Pasado el sustillo, emprende la marcha. Ahora la pared parece más sencilla, pero es bastante vertical a apenas sobrepasa unos salientes le pierdo de vista. El viento hace que la comunicación sea difícil, por no decir imposible. Ahora estoy sólo, sin saber muy bien si mi compañero tiene algún problema. El único nexo de unión que tenemos es la cuerda, sujetando y observándola voy percibiendo e imaginando como progresa. Pasó un largo rato de esta manera, hasta que al fin una serie de movimientos en la cuerda me hacen entender que ha llegado a un lugar adecuado y ha montado una reunión. Me preparo recogiendo y organizando el material, me cuelgo la mochila con el taladro, ¡cómo pesa todo esto! Tengo que subir, doy los primeros pasos pero mi cuerda se queda floja delante de mi, entonces dudas… ¿se habrá dado cuenta de que estoy subiendo? ¿me tendrá sujeto? Por si acaso me agarro más fuerte a la roca, vamos que te da un miedo…
La entrada al segundo largo se puede proteger bien, luego no es tan fácil.

La entrada al segundo largo se puede proteger bien, luego no es tan fácil.


Doy unos tironcillos a la cuerda en forma de interrogante, y mi compañero contesta recogiendo poco a poco la comba de un par de metros que se había formado al subir va desapareciendo. Ya más tranquilo continúo trepando. La vía efectivamente es más sencilla, pero sigue bastante vertical y la roca no deja muchas facilidades para proteger una caída, aún así que resulta una trepada bonita. Llego hasta la reunión, buscamos el sitio exacto para colocar el descuelgue y me pongo a trabajar. A partir de aquí la vía tiene mejor pinta. Algo menos vertical, se adivinan buenos agarres, buenas fisuras para encajar los seguros, y muchos metros por debajo. No obstante, sólo se adivina, pues no se ve realmente todo lo que nos queda hasta la cumbre. Francis reemprende la escalada y en seguida vuelvo a perderlo de vista. Parece que progresa de forma continua, eso es buena señal. De nuevo no nos comunicamos pero acordamos unas señales sencillas con la ayuda de la cuerda. Uno, dos y tres tironcillos de cuerda, ¡me toca! Ya es el último largo.
Entrada del tercer y último largo.

Entrada del tercer y último largo.


Subo y a los pocos metros ya sé que es el largo que más me gusta. Una escalada sencilla con muchos metros por debajo, de roca excelente y muy facilito. La roca ofrece muchos sitios donde colocar seguros, y a pesar de que es fácil veo que Francis aprovecha y protege muy bien el itinerario. Subo disfrutando de la escalada y del paisaje, y pensando que es bueno que haya protegido bien este último tramo, pues después de muchas horas en la pared, no se debe bajar la guardia. Muchos accidentes en escalada se producen en lugares relativamente sencillos y me alegra comprobar que Francis ha mantenido el respeto necesario a la pared hasta el final.
Encajando un pequeño fisurero.

Encajando un pequeño fisurero.


Por fin llego arriba y compartimos unos momentos de relajación y satisfacción por la escalada realizada. Luego, poco a poco, como siguiendo un ritmo natural, comenzamos a reorganizar todo el material y decidimos realizar el descenso normal desde la cumbre, que se realiza prácticamente a pié. Bajo hacia el coche cansado, pero contento de haber vivido otra aventurilla con mi amigo.

Texto: Carlos P.
Fotos: Francis S. y Carlos P.

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