SIEMPRE HAY UNA “MAGIC LINE”. ASCENSIÓN A LA TETICA DE BACARES (2.080 M) POR SU VERTIENTE NORTE (1.300 M)
(5/MARZO/2011)
Creo que fue el gran Messner quién bautizó como la “Magic Line” al impresionante espolón sudoeste del K2. Con este encabezamiento, parecería una gran temeridad calificar con ese mismo apelativo a una ascensión a la modesta y mancillada por tanta torreta de telecomunicación Tetica de Bacares (2.080 m), pero recordando las imágenes que nos ofreció su ascenso por su vertiente norte este frío sábado de marzo, su magia, pensé que hasta las montañas más humildes te pueden ofrecer una “magic line”.
Sólo hay que elegir el momento adecuado.
Otra vez, y ya van unas cuantas en este 2011, la previsión de mal tiempo nos hace modificar nuestros planes y cambiar la lejana Sagra por este “dosmil” almeriense tan poco frecuentado por los montañeros. Camino de Bacares por la A-339 vamos haciendo boca con el bonito espectáculo que nos ofrece un Filabres cubierto de blanco. De hecho, a partir de la Merendera tememos no poder continuar sin cadenas, pero, con cierta sorpresa, encontramos que la carretera en la vertiente norte está en mejor estado del que esperábamos y podemos proseguir sin problemas, ni engorrosas maniobras.
Nuestra intención inicial es hacer la ascensión desde el mismo pueblo de Bacares, como los buenos “montañistas” de antaño. Sin embargo, temiendo liarnos entre veredas pérdidas, decidimos avanzar un poco con el coche por la ALP-405 o carretera de Velefique. El horizonte en la zona de cumbres está cubierto por un espeso manto de nubes y eso tampoco facilita la orientación. Finalmente, una curva con un anchurón a su derecha se ofrece como un buen sitio donde aparcar el coche y comenzar la aventura. El altímetro de Kiko marca 1.300 metros lo que nos asegura un desnivel digno. Bacares queda a nuestros pies, caldeado por un tímido sol de invierno. Nos toca caminar un rato por la carretera entre almendros en flor que contrastan vivamente con la nieve que pisábamos hace apenas unos momentos.
Buscamos algún atajo por el que escapar del asfalto y, pronto, al llegar a una cerrada curva a derecha, abandonamos la comodidad de la carretera y, saliéndonos por la tangente como es propio de todo rebelde con o sin causa, continuamos por un terreno bastante fastidioso para caminar. Empezamos a ganar altura siguiendo el trazado del escarpado barranco que queda a nuestros pies. Tras cambiar de vertiente, la pendiente se pone seria por vez primera y, sufriendo la gravitación en nuestras carnes, pero con rapidez, vamos superando desnivel. Encontramos una pista forestal que nos sirve de pequeño descanso antes de afrontar el siguiente empujón por la vertiente oeste del Cerro Bretónica, vaya nombre, por cierto. Kiko no acaba de “carburar” en condiciones y decide en este punto abandonar la ascensión y volverse al coche. Nosotros seguimos hacia arriba y, a medida que nos van envolviendo jirones de nubes, vamos descubriendo un paisaje sorprendente donde el hielo cubre completamente todas las plantas. Nos sentimos como si estuviéramos en medio de la tundra.
De vez en cuando, la niebla se levanta y “flipamos” literalmente con la pureza de la luz y las figuras que forma el hielo sobre la vegetación: el espartizal luciendo una blanca cabellera, pequeños pinos de repoblación que parecen sacados de un cuento de navidad o espinos como delicadas esculturas de vidrio. Tras otro corto tramo por un camino forestal, nos queda la última parte de la subida. En estas últimas rampas por la ladera norte de la Tetica, el terreno vuelve a ganar inclinación. La niebla, como en un guiño cómplice, nos envuelve de nuevo, más densa que nunca, queriendo regalarnos el ambiente de las grandes montañas, y, de paso, ocultarnos las torres que afean su cumbre. Sólo nos queda la foto cumbrera, reponer fuerzas y volver sobre nuestros pasos.
La Tetica, un cerro con sobria historia científica, al acoger en 1879 los trabajos que permitieron el primer enlace geodésico entre Europa y África, nos ha enseñado que, a veces, la magia de las montañas está más cerca de lo que pensamos.
Otro grande en esto de subir montañas, Renato Casarotto, que tampoco pudo imbuirse del influjo de la “Magic Line”, hasta el punto de dejar su vida en su intento en solitario a esta vía de 1.986, reflexionaba sobre esta pasión nuestra con estas precisas palabras: “Dentro de mi mochila no llevo sólo clavos, ropa y alimentos, también llevo mi educación, mis afectos, mis recuerdos, mi carácter, mi soledad. A las montañas no llevo sólo lo mejor de mí mismo, sino todo lo que soy, con todo lo que hay de bueno y también de malo”.
Grupo de avezados montañistas: José Omar “El Niño”, Kiko Ruiz y José Salazar
Es cierto que a veces se manifiesta la magia en lugares donde a priori no te lo esperas.
ResponderEliminarCreo que la magia también puede ir en nuestras mochilas como decía el bueno de Casarotto.